Ahí está, a tu lado. Sonando. Vibrando. Sí, tú móvil. Lo coges y lo miras. Es un mensaje. Al leerlo te quedes perpleja. Es él, se ha acordado de ti. “¿Qué le habrá picado?” Te preguntas. Te ha preguntado que dónde estás, que quiere verte. Tu cuerpo no reacciona. Tus ojos dejan de parpadear. Y por un momento te falla hasta la respiración. Te sientes feliz y al mismo tiempo confusa. Mientras le contestas te tiembla todo el cuerpo, ya no es un escalofrío cualquiera. Se te olvida todo lo malo que pensabas de él hace tan sólo unos días. Todo los “que le den, ya vendrá otro”. Todas esas noches llorando, todas esas vueltas al coco. Y es en ese instante, cuando estabas apunto de olvidarlo, cuando vuelve. Pero te sientes la persona más feliz sobre la faz de la tierra, por el simple hecho de que se haya acordado de ti. Aunque en lo más adentro de ti sabes que no es verdad, sólo es una forma de volverte a engatusar. Y tú tan ilusa quedas con él, sabiendo lo que iba a pasar. Es inevitable. Esa tarde te dice que te quiere. Se lo niegas. Y vuelve a prometerte cosas que, aunque sabes que no cumplirá jamás, te hacen quedarte tranquila ese momento. Y vuelves a casa por la noche. Pensando en lo ocurrido. Sintiéndote como aquella última vez. Abres el tuenti, y te ves un mensaje privado: “Me ha encantado estar contigo hoy, mañana nos vemos de nuevo”. Y te tumbas en la cama mirando al techo, sonriendo… Y al día siguiente, vuelve la rutina. No se acuerda de ti. No te habla. Como si nada hubiese pasado. Y ahí es cuando te das cuenta, que es más cómodo engañarse.

No hay comentarios: